martes, 22 de septiembre de 2009

SALVAJE REPRESION POLICIAL A HINCHAS DE BARCELONA

¡Ni los niños se salvaron!

Guayaquil es una cálida y hermosa ciudad de gente hospitalaria pero permanente azotada por la delincuencia donde en promedio, cada nueve horas ocurre un “secuestro express”, según informe de diario El Universo del día domingo 20 del mes en curso. Aquel día, y en la misma ciudad, se jugaba una edición más del apasionante Clásico del Astillero, Barcelona – Emelec, el partido más importante del balompié ecuatoriano. Mientras en las calles de la Perla del Pacífico los pillos seguían haciendo de las suyas, en el estadio, casi la totalidad del personal policial de la ciudad era espectador de lujo del tradicional partido del futbol porteño, al cual se llegaba en medio de un clima de guerra, y no precisamente entre las barras rivales.

Barcelona, el equipo más querido de Ecuador, atraviesa el momento más crítico de su historia. Víctima de malos resultados y peores administraciones, el Ídolo del Ecuador se encuentra hoy en día de cara con el descenso, hecho insólito en la historia del club desde su partida del futbol amateur. La sufrida hinchada encuentra en la dirigencia al principal culpable de tamaña debacle. Y razón no les falta. En el 2009, los dirigentes del equipo guayaquileño han “destacado” más por sus errores y actitudes vergonzosas que por aciertos o actos plausibles. Desde ser engañados infantilmente por empresarios al momento de contratar jugadores hasta acusarse unos a otros de arreglar elecciones, el directorio que presiden los antagónicos Eduardo Maruri y Luis Noboa es un perfecto sinónimo para la palabra incapacidad. Sin embargo, casi nunca han admitido públicamente error alguno, y más bien han encontrado en los demás (entiéndase anteriores directivas, prensa, árbitros, estado de las canchas, e inclusive los propios jugadores, e hinchada) a los culpables de la tristísima situación actual de Barcelona.

Enardecidos por estas actitudes cobardes y poco dignas de un club históricamente identificado con la casta, la garra, la valentía y el estirpe, la hinchada de Barcelona ha desarrollado una aversión tan grande hacia a la dirigencia actual como el amor por los colores del equipo. La respuesta de la directiva, por otro lado, no se ha hecho esperar. Hace unas semanas atrás, durante el partido que Barcelona empató a un gol con El Nacional en la capital del país, hinchas de Barcelona exigieron a los dirigentes presentes, al término del encuentro, renunciar y adelantar elecciones. El presidente de la Comisión de Futbol, Alfonso “Pocho” Harb, en una actitud que se asemeja más a la de un delincuente que a la de un alto directivo del equipo más importante de un país, intercambió insultos con hinchas, e inclusive los invitó a pelear; hechos bochornosos que fueron capturados por las distintas cámaras de televisión y los fotógrafos presentes.


"Tu y yo, hijo de p...". Harb invitando a pelear a un hincha de Barcelona. El clima de guerra entre hinchada y dirigencia comenzó desde hace semanas atrás como podemos ver en este video del canal Ecuavisa

El presidente Eduardo Maruri por su lado, horas después del incidente en Quito, en un tono que se puede interpretar como amenazante declaraba a los medios, respecto a las fuertes críticas que ha tenido su gestión que “ya llegará el momento de responder a los que se esconden en los mensajitos y en las páginas web”. Y para rematar, horas antes del Clásico, los guayaquileños se desayunaban con una entrevista de Diario Expreso al mencionado directivo donde culpaba la situación de Barcelona a errores de los jugadores en uno u otro partido del presente año. “Si Pablo (Palacios) hubiera metido el penal contra Deportivo Quito en el inicio del campeonato dos puntos más, y si (Máximo) Banguera no hubiera fallado en un gol, y si no fallaba (Carlos) Castro una pelota del Clásico... ¿qué?, ¿ahí sí fuéramos buenos dirigentes?”, declaraba el economista Maruri, olvidando que estos posibles seis a nueve puntos que se dejaron ir no ayudan mucho a reducir la brecha de 26 que lo separan del puntero del campeonato en la tabla acumulada. Como siempre, no reconoció error propio.

La actitud del titular del equipo canario, sin embargo contrastó con su timorata manera de vivir el Clásico del Astillero. El día domingo ni siquiera se atrevió a salir a sentarse en los exteriores de la suite presidencial del estadio, y observó el clásico – y los golpes de los policías a la hinchada – detrás de una ventana. Las pancartas exigiendo su salida, sin embargo, aparecieron en todos los sectores del Estadio Monumental como podemos observar en esta foto tomada de Diario El Universo.



La gota que derramó el vaso, llegó sin embargo de parte del Presidente de la Comisión de Seguridad de Barcelona, Luis Eduardo Crespo, otro de los dirigentes que cruzó insultos con aficionados durante el partido con El Nacional. A cuarenta y ocho horas del Clásico, el directivo, quien coordinó directamente con la policía el operativo de seguridad para el partido, tal vez aún enardecido por los reclamos de la hinchada durante el partido en Quito, anunció a la radio guayaquileña CRE: “quien vaya a insultar al dirigente será retirado del estadio… aquellos que vienen a agredir de obra y de palabra a los directivos, mejor que se queden en su casa". En diario El Comercio de Quito, Crespo añade: “nuestra reacción y la de la Policía dependerá del resultado del partido del domingo contra Emelec”. La intimidación no cayó para nada bien entre la hinchada, que cabe mencionar había sido incitada por el movimiento Revolución Torera, conocida agrupación de socios de Barcelona que busca transparentar el manejo del club, a “quedarse el domingo (día del partido) unos minutos más en el estadio, que es la verdadera tribuna del pueblo, para expresar en forma pacífica el descontento general que existe”, según boletín de prensa de dicha entidad.

El día del partido
Las horas pasaban y la tensión crecía entre la hinchada amarilla. El partido contra el tradicional rival representaba la que podía ser una de las últimas opciones para librarse el descenso. Al estadio concurrieron cerca de cincuenta mil personas, en su gran mayoría Barcelonistas. Entre ellos Andrés Arias, Lady Valle, Wendy Avilés, Harrison Díaz, y Dany Macías y su hijo de trece años, todos hinchas y socios de Barcelona Sporting Club, quienes concurren fielmente siempre al Monumental a apoyar al equipo a pesar de los malos resultados.

Tras el empate y la confirmación de Barcelona en la zona de descenso, la desolación se apoderó de la hinchada. Aficionados se miraban unos a otros sin poder encontrar explicación a lo que vive el equipo. Lágrimas rodaban en algunos, otros preferían sentarse a tratar de meditar lo sucedido. Otros, en medio de los canticos de las hinchadas, se quedaban en el estadio en señal de protesta pacífica, pues como bien detalla Diario El Universo en su edición del día Lunes 21 de este mes, “pese a la decepción que sufren los aficionados amarillos reclamaron sin acciones violentas”. Sin embargo, la policía parece haber visto otro partido.

Las órdenes que tenían los uniformados eran de hacer desalojar de manera rápida el estadio inmediatamente terminado el encuentro, lo cual resultaba algo imposible dado que, por lo menos en el sector de tribuna, tan solo una de las dos puertas servía como salida, según detallan los anteriormente mencionados hinchas. Esto llevo a los miembros del orden (quienes recordemos, tenían órdenes de Luis Crespo de expulsar del estadio a todo el que insulte a un directivo) a comenzar a exigir y empujar a los aficionados a salir lo más pronto posible. Algunos, motivados por el pedido de Revolución Torera, prefirieron quedarse unos minutos más en señal de protesta. Grave error.

La policía no respeto ni siquiera a las mujeres ni los niños. Macías, mientras era abatido a golpes, forcejeaba con un policía para proteger a su hijo del gas lacrimógeno. Lady Valle detalla: “un policía me pegó un toletazo en la cara, por suerte no me partió la ceja, pero si la tengo hinchada y me duele mucho”. Wendy Avilés, quien corrió la misma suerte nos cuenta: que “salvajemente, sin piedad me echaron gas directamente en la cara, era una desesperación tan grande, sentía que la cara se me caía en pedazos”. Díaz trataba de defender a sus amigas de la brutalidad policial sin poder esquivar los golpes de tolete que le han dejada la espalda lacerada. Sin embargo la peor parte la llevó Arias. En medio de la confusión, la policía abatió al joven hincha sin piedad. “Fue una cosa tan desesperante ver cómo sin compasión alguna le pegaban a Andrés (Arias), lo esposaron y él casi sin poder respirar por el efecto del gas... lo que hicieron no tiene nombre, fue una salvajada total” nos cuenta con tristeza Lady Valle.

Los agentes del orden repartieron tolete a quienes no salieron rápido del estadio durante el “barrido”.
Andrés Arias siendo golpeado y apresado por la policía. Foto y pie de nota tomada de Diario Extra.

Mientras esperamos que Arias haya recuperado la libertad sólo podemos exigir las explicaciones respectivas de todos los implicados en este acto de salvajismo, entre ellos, la dirigencia de Barcelona, por el clima creado previo al clásico, especialmente el amenazador Luis Crespo, quien por directivo de Barcelona debe pensar que es intocable y que tiene derecho a cortar la libertad de expresión de una hinchada que está harta del pésimo manejo de la actual directiva. Crespo está supuesto a proveer de seguridad al hincha y al socio, mas no de ponerle en contra a la policía. También del coronel Wilmer Cuellar, jefe del operativo de seguridad para este partido.

El abuso policial no es nuevo en nuestro fútbol por lo que exigimos que se realicen las investigaciones del caso, que el presidente Eduardo Maruri tome cartas en el asunto, y que por lo menos en este tema, dé las respuestas a las que tanto hace alusión. La policía por su lado, debería preocuparse más por luchar contra la delicuencia que tanto azota a la ciudad, en lugar de abatir salvajemtente a personas armadas únicamente con el amor a una divisa, últimamente tan venida a menos. La hinchada de Barcelona ya ha tenido suficientes golpes anímicos este año, cortesía de una mediocre dirigencia, como para ser maltratada físicamente por estos, mal llamados, “miembros del orden”.